Una casa en medio de la nada se abre al campo como el mismo infinito, no hay límites para la vista, sólo un gallinero marca los bordes de donde es imposible escapar. Esa mañana el amanecer es diferente, el gallo no canta. La imagen se desdobla en el espacio hasta convertirse en un hecho teatral. Se trata de Gallo, obra dirigida por Nacho De Santis y protagonizada por Adriana Ferrer, Luis Gutmann, Valentino Grizutti y Juan Cottet. Estos actores se sumergen en una ficción que recorre el mundo de la adolescencia, el amor, la poesía, la familia como espacio contenedor y asfixiante y los amigos como escape.

De Santis nació en Buenos Aires, y a los 7 años se trasladó a Cañada de Gómez y luego a Chivilcoy. En Cañada vivió en una casaquinta ubicada en una zona semirrural. Fue ese paso de la ciudad al campo, un escenario perfecto lleno de detalles y formas extrañas, lo que le propició la imagen de la cual partiría para escribir su nueva pieza teatral bajo supervisión dramatúrgica de Javier Daulte. “Empecé el proceso de creación y escritura de la obra hace dos años con Daulte en el taller de dramaturgia que él dictaba. Fue un año más o menos de escritura hasta que empezamos a armar con los actores la dinámica de juego con la que íbamos a apoyar toda la actuación”.  

–¿Cuál fue el disparador que propuso Daulte en el taller?

–El tema de la obra aparece porque Javier propone como disparador una imagen. Cuando yo era pequeño vivía con mi familia en una casa quinta alejada al borde del campo y frente a nosotros vivía una familia que tenía un gallinero. Eran un abuelo, una madre y dos hijos. Y los dos hijos eran amigos míos y de mi hermano. Desde los siete hasta los doce años nos criamos juntos. Así aparece la imagen.  Me acuerdo mucho del olor del gallinero. Esa es la imagen de la obra. Pero la obra no es sólo esa imagen.

–¿Es autobiográfica?

–La obra está basada en realidades superpuestas. En la obra suceden cosas que están más asociadas a mi adolescencia. Es la imagen de un momento de mi vida superpuesto con experiencias personales. 

–Si bien la obra toca muchos temas como la adolescencia, el amor, la poesía, el despertar sexual, la familia como espacio contenedor y asfixiante, ¿cuál es tu lectura de ese gallinero?

–Para mí los tópicos principales de la obra son el vínculo de una madre con mucho miedo, las heridas que puede llegar a generar el amor, la amistad y el despertar sexual de un adolescente. Lo que a mí me impresiona de la obra, que quizás sea una lectura que haga yo, tiene que ver con el rótulo de las cosas. La obra expone la necesidad imperiosa de rotular las cosas de forma categórica. Ellos llaman al amor como una peste porque necesitan ponerle un rótulo. La madre necesita entender si su hijo está o no enamorado. A todo tenemos que ponerle un nombre y eso hace que pese. Y la respuesta de él es: “yo escribo porque escribo. No me pregunten por qué”. Y me parece que la necesidad del adulto, o de lo que exige el sistema a los adolescentes es “vos tenés que saber”, y los adolescentes no tienen ni idea. Es eso: cómo el mundo del adulto mata la libertad y por esa necesidad de controlarlo todo rompe toda fantasía.

* Gallo puede verse los viernes a las 20 en Espacio Callejón, Humahuaca 3759.

Entrevista: Josefina Frega.